El pasado
viernes 5 de febrero dos titiriteros integrantes de la compañía ‘Títeres desde Abajo’
fueron detenidos en el barrio de Tetuán (Madrid) e imputados por un supuesto
delito de enaltecimiento del terrorismo. El contexto fue una obra de títeres de
cachiporra titulada “La Bruja y don Cristóbal” interpretada ante un público
infantil, en la que, en un momento concreto de la actuación, una de las
marionetas colocaba a otra un cartel que decía “Gora Alka-ETA”.
Los dos
titiriteros fueron puestos a disposición judicial para más tarde ser imputados
por un delito de enaltecimiento del terrorismo. El juez, a petición de la Fiscalía,
acordó prisión sin fianza. Ambos continúan en prisión.
Desde Electra Teatro, creemos que es necesario hacer algunas puntualizaciones acerca del contenido del espectáculo, del que tenemos conocimiento a través de un comunicado de CNT-Granada, que cita personas cercanas a los artistas y al proceso de gestación del espectáculo. Según el colectivo, el montaje procura representar, bajo algunas figuras recurrentes en cuentos y teatros, la persecución a ciertos movimientos sociales y los montajes policiales. La obra está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de “mala fama pública”, y que se ve en la situación de enfrentarse a cuatro poderes que rigen la sociedad: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. La protagonista está en su casa y, en primer lugar, su vida es interrumpida por la aparición del Propietario, que es el legítimo poseedor legal de la casa donde vive. Este decide aprovecharse de la situación para violar a la bruja; en el forcejeo, la bruja mata al propietario. La bruja se queda embarazada y aparece la segunda figura: una monja, que encarna la Religión. La monja quiere llevarse al niño, pero la bruja se niega y, en el enfrentamiento, la monja muere. Es entonces cuando aparece el Policía, que representa la Fuerza del Estado, y golpea a la bruja hasta dejarla inconsciente. Después, construye un montaje policial para acusarla ante la Ley, colocando una pancarta de “Gora Alka-ETA” sobre su cuerpo, que intenta mantener en pie para realizar una foto como prueba. Tras el montaje policial, surge la cuarta figura, el Juez, que acusa y condena a muerte a la protagonista. La bruja se las arregla para engañar al juez, que mete la cabeza en su propia soga y se ahorca, salvando la bruja su propia vida.
Desde Electra Teatro queremos mostrar nuestro profundo descontento con la acción emprendida contra los titiriteros. Para nosotros resulta evidente que acusarles por enaltecimiento del terrorismo es una tergiversación total del contenido de la obra que, además, abre un peligroso camino de amedrentamiento y censura de la práctica artística impropio de un sistema democrático e incompatible con las garantías constitucionales.
Desde Electra Teatro, creemos que es necesario hacer algunas puntualizaciones acerca del contenido del espectáculo, del que tenemos conocimiento a través de un comunicado de CNT-Granada, que cita personas cercanas a los artistas y al proceso de gestación del espectáculo. Según el colectivo, el montaje procura representar, bajo algunas figuras recurrentes en cuentos y teatros, la persecución a ciertos movimientos sociales y los montajes policiales. La obra está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de “mala fama pública”, y que se ve en la situación de enfrentarse a cuatro poderes que rigen la sociedad: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. La protagonista está en su casa y, en primer lugar, su vida es interrumpida por la aparición del Propietario, que es el legítimo poseedor legal de la casa donde vive. Este decide aprovecharse de la situación para violar a la bruja; en el forcejeo, la bruja mata al propietario. La bruja se queda embarazada y aparece la segunda figura: una monja, que encarna la Religión. La monja quiere llevarse al niño, pero la bruja se niega y, en el enfrentamiento, la monja muere. Es entonces cuando aparece el Policía, que representa la Fuerza del Estado, y golpea a la bruja hasta dejarla inconsciente. Después, construye un montaje policial para acusarla ante la Ley, colocando una pancarta de “Gora Alka-ETA” sobre su cuerpo, que intenta mantener en pie para realizar una foto como prueba. Tras el montaje policial, surge la cuarta figura, el Juez, que acusa y condena a muerte a la protagonista. La bruja se las arregla para engañar al juez, que mete la cabeza en su propia soga y se ahorca, salvando la bruja su propia vida.
Desde Electra Teatro queremos mostrar nuestro profundo descontento con la acción emprendida contra los titiriteros. Para nosotros resulta evidente que acusarles por enaltecimiento del terrorismo es una tergiversación total del contenido de la obra que, además, abre un peligroso camino de amedrentamiento y censura de la práctica artística impropio de un sistema democrático e incompatible con las garantías constitucionales.
Entendemos que el mensaje puede no gustar o
incluso resultar desagradable para el público al que se orientó. Pero nosotros estamos
a favor de la libertad de expresión y esta no debe suponer un delito. El
derecho a la libertad de expresión no está para salvaguardar las opiniones con
las que todo el mundo está de acuerdo, estas no necesitan defensa alguna porque
están avaladas por la sociedad. Ni siquiera está para avalar las opiniones que
le gustan a uno mismo. La libertad de expresión existe para defender aquellos
mensajes que no gustan, esas cosas que no queremos escuchar y que alguien toma
la determinación de decir. En definitiva, la libertad de expresión lleva este
nombre porque es la de todos. Si solamente es para algunas personas y
determinados mensajes, no es libertad de expresión, es otra cosa.
Creemos que el debate, si lo hay, está en la idoneidad de la
obra para el público infantil. Al respecto hay que decir que ‘Títeres desde
Abajo’ nunca dijo que su espectáculo fuera infantil. De hecho, en su página web
esta obra está catalogada como “Teatro popular”, teniendo otras obras con la
etiqueta “Espectáculos infantiles”. Es evidente que el error no viene de la
mano del artista, sino del programador que decidió orientarlo a un público
infantil. Por lo tanto, creemos que es necesario que las responsabilidades se
depuren a nivel institucional y no entre los artistas. Al final siempre son los
intérpretes y creadores los que pagan los platos rotos de las nefastas
políticas culturales a las que nos tienen acostumbradas nuestras instituciones.
Hay que añadir que el teatro denominado “títeres
de cachiporra” engloba un tipo de espectáculos con un argumento sencillo y
marcado por las persecuciones y palizas entre las marionetas. De hecho, existen
ejemplos como “Punch and Judy”, personajes de la tradición inglesa, que tienen como
actividad recurrente ahorcar a la marioneta del policía o matar a la del bebé.
Ignorar estos elementos consustanciales al género y pretender que la
representación de actos violentos es una apología de los mismos, sólo puede ser
justificado desde la ignorancia o desde un repulsivo afán manipulador.
Por último, consideramos la medida judicial
totalmente desmesurada. Con esta acción se está criminalizando la actividad
artística y limitando la capacidad de creación. En un país cuya constitución
garantiza la libertad de expresión se ha encarcelado a dos personas por
transmitir un mensaje satírico. A la desmesura se han sumado además la mayoría
de los grandes medios de comunicación, que ya ha juzgado por adelantado a los
dos titiriteros y ha ayudado a enfrentar a la opinión pública contra ellos.
Pocos son los ejemplos en los que se haya intentado contrastar las versiones o
no se haya polarizado el discurso para demonizar a estas dos personas.
Desde Electra Teatro queremos
mostrar nuestro apoyo a los dos integrantes de ‘Títeres desde Abajo’. Por
nuestra parte, siempre defenderemos la libertad artística y creadora,
anteponiendo la libertad de expresión, la risa y la sátira, síntomas de
sociedades libres y sanas, al miedo, la censura y la criminalización del arte y
la cultura.
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